martes, 8 de enero de 2008

LA SOLEDAD UN MAL DE NUESTRO TIEMPO

Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad: es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una experiencia subjetiva ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta desagradable y puede llegar a generar angustia.
La soledad, salvo excepciones, es una experiencia indeseada similar a la depresión y la ansiedad. Es distinta del aislamiento social, y refleja una percepción del individuo respecto a su red de relaciones sociales, bien porque esta red es escasa o porque la relación es insatisfactoria o demasiado superficial.
Se distingue dos tipos de soledad: la emocional, o ausencia de una relación intensa con otra persona que nos produzca satisfacción y seguridad, y la social, que supone la no pertenencia a un grupo que ayude al individuo a compartir intereses y preocupaciones. Parece, por otro lado, que la soledad está relacionada con la capacidad de las personas para manifestar sus sentimientos y opiniones.
Cuando nuestra habilidad para relacionarnos es deficiente, aumenta la probabilidad de que nos quedemos solos ya que las relaciones que mantenemos son menos entusiastas y empáticas. En general, las personas con problemas de neurosis se muestran convencidas de que no resultan amables ni dignas de ser apreciadas, y rechazan cualquier tipo de amigos potenciales con el objetivo de protegerse a sí mismos del posible rechazo.
La soledad esta muy relacionada con la pérdida de relaciones con ese conjunto de personas significativas en la vida del individuo y con las que se interactúa de forma regular. La definición más común de soledad es la de carencia de compañía y que se tiende a vincularla con estados de tristeza, desamor y negatividad, obviando los beneficios que una soledad ocasional y deseada puede reportar.
Vencer la soledad no deseada: unos pasos útiles.
1) Diagnóstico: qué tipo de soledad es la que estamos sufriendo y a qué circunstancias se debe.
2) Conocernos bien. Dejemos a un lado el miedo a mirar dentro de nosotros, y afrontemos la necesidad de saber cómo somos: nuestras ilusiones y ambiciones, limitaciones y miedos, quién quiero ser, cómo me ven, cómo me veo...
3) Fuera la timidez. Tomemos la iniciativa para conseguir nuevas relaciones. Establezcamos qué personas nos interesan, y elaboremos una estrategia para contactar con ellas.
4) No hay nada que perder. El miedo al rechazo es un freno para entablar nuevas amistades o amores. El objetivo es importante, no nos andemos con remilgos.
5) Sin victimismos. El mundo resulta en ocasiones cruel, vulgar y materialista, de acuerdo. Pero seguro que hay otras personas que pueden estar deseando conocer a alguien como nosotros.
6) Encerrarnos en nosotros mismos es reconocer la derrota. A la mayorìa la soledad nos hace daño, y nos sienta mejor tener con quién hablar, intimar y a quién querer.
7) No somos tan raros como a veces pensamos. No hay más que hablar en profundidad y confianza con cualquier persona para comprobarlo. Podemos "llenar" a más gente de la que creemos y nos pueden resultar atractivas muchas personas que tenemos muy cerca.
(Leáse libros de Psicología para su mejor entendimiento).



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un buen artículo y me viene muy muy al pelo por mi estado anímico de últimamente... Ha sido una suerte redescubrirte.

Costante Álvarez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Costante dijo...

Bien. La soledad no es un mal en sí misma, puesto que permite algo que, de no existir, sería imposible o, al menos, de acceso muy limitado. Me refiero a la "introspección", un gran campo de autoconocimiento, que permite procesos congnoscitivos diversos, entre ellos la reflexión. Lo que es detestable "prima facie" es la soledad "impuesta" y la peor de todas las impuestas es la autoimpuesta. No obstante, la soledad es una gran fuente de conocimiento si se sabe usar el tiempo de soledad en algo más que en la lamentación o en la fabulación superficial. Dado que la mayoría de nosotros somos durmientes y, por tanto, vivimos en la espuma de la realidad, es razonable pensar que sin una soledad bien administrada difícilmente se podría salir de una vida tópica y ramplona.